No sé quién
inventó lo de las mariposas en la tripa
desde luego
cuando yo te veo mi estómago se llena de mariposas,
de pájaros,
de primavera,
de mundo.
Me convierto
en una bomba estalla mil veces por segundo,
en un
planeta que gira solo por tu luz.
Parece que
has tirado a la basura 20 años de ateísmo.
Desde que sé
que existes me estoy planteando la existencia de un Dios,
una sonrisa
tan divina no puede ser humana,
de hecho,
estoy convencida de que debe ser pecado.
Pecar
siempre me ha parecido maravilloso,
pero contigo
tiene que ser un milagro.
Sigo sin
comprender como unos ojos pueden iluminar una sala entera,
toda
Malasaña
y mi
interior lleno de mierda.
Pero reluces
como un diamante entre el carbón.
A veces
quiero gritarte:
“Fóllame contra la pared del primer baño que
encontremos”
A la mierda
las rosas, los bombones y los anillos.
Me quedo con
la poesía de tu aliento sobre el mío,
con que seas
mi monumento por una noche.
Déjame ser
tu folio
y te prometo
que escribiremos versos a gemidos,
que vamos a
joder todos los estereotipos establecidos.
Demostremos
que los polvos de una noche no se olvidan
mejor,
échame uno todos los días (o dos, o cinco).
aprendamos a
vivir beso a beso,
a respirar
solo del aliento del otro,
a corrernos
a la vez.
Vivamos
entre risas y cervezas
y corramos
desnudos por un apartamento rebosante de rock and roll
así serías
más accesible a mis cosquillas.
Cualquier
segundo con tus manos sobre mi trasero sería maravilloso.
Pero te vas.
Sales por la
puerta sin darte cuenta de que dejas todo destruido tras de ti.
Y ojalá
corriera tras tus pasos,
ojalá te
gritara que no me dejes a oscuras en ese bar
ni en la
vida.
Entonces
solo te miro, me encojo
y me trago
el nudo que tus palabras dejan en mi garganta.
Me muerdo
los labios hasta desgarrarlos
para no
brotar sobre ti como una cascada
y espero.
Espero a que
un día me mires, me veas,
me ames o me
rompas.
Siendo tú
harías de mí unos pedacitos preciosos.
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